Qué solitaria es nuestra vida, Enrique.
Tan solitaria como la lombriz que vi ayer
Retorciéndose en tu estómago.
Los demás aplauden, entienden a besos,
A veces no entienden, pero aplauden.
Ellos palmean con orgullo nuestro hombro,
¡Qué genial!, exclaman asombrados,
¡Cuánto talento!, dicen con un bostezo.
Y luego nos dan la espalda, Enrique,
Y siguen en sus cosas, en su mundo,
Que es el nuestro a veces, a besos no.
Nadie llora con nosotros sobre un libro muerto,
Nadie se asfixia ante un papel en blanco.
Sólo nosotros, Enrique, estamos condenados.
Condenados a la soledad de la diferencia.
A veces nos mezclamos, y somos felices un rato.
O pretendemos serlo, ser corrientes, por un rato.
Pero sabemos que no pertenecemos ahí,
Que es todo una mentira, un simulacro.
Por eso sigo con el corazón rebelde, Enrique,
Porque nadie quiere emprender un viaje conmigo
Para hallar la Casa de las Transfiguraciones de Infante.
Nadie quiere entender mis poemas, ni siquiera tú.
Nadie quiere detenerse en una librería de viejo
A releer juntos un pasaje que se nos quedó clavado.
Nadie quiere fotografiarme la alborada
Mientras suena de fondo un rock n roll, o un jazz.
Nadie que entienda mi mundo a besos, ni a veces.
Qué solitaria es nuestra vida, Enrique.
Vete, vete, antes que rompa de rabia el espejo.
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👏👏👏👏👏👏
Gracias, Alianet 😉